El amor de una madre

Posted by Carolina Rebolledo On 16:51 0 comentarios

Mírales... sólo un ciego no puede ver
Las palabras de amor a través de su mirada
el dolor atenaza el joven corazón.
Ella le da su amor, pero eso no le basta...

Y le pidió que acabara pronto
con todo el dolor que su alma aguantaba.
Él decidió que la madre que una vez vida le dió,
ahora se la quitara.

El dolor también era su dolor, sin poder ayudar
a un hijo que se ahogaba...
Decidió, sin pensar en ley o en Dios,
sólo una razón: su hijo la necesitaba.

Le acompañó hasta el cielo.
De la mano le llevó; el dolor amainaba...
Él la miró y apretándole la mano, sonrió.
Su vida se apagaba...

Se la juzgó: ni el jurado ni la gente
comprendió lo que ella intentaba...
No hay compasión.
La llamaban asesina y, en prisión,
una madre lloraba...

[W A R C R Y]

Paraíso clausurado

Posted by Carolina Rebolledo On 15:36 0 comentarios

¡Qué resplandeciente!
Un sol intenso, y realmente quemante
Un cielo azul, y verdes prados,
que nutren completamente nuestros cuerpos y alma.

Se puede divisar desde el otro lado del Universo
la felicidad en tu rostro
Tu cuerpo y tus labios, abrazando y besando lo mío,
mi paraíso
donde cada verso construye algo nuevo,
algo agradable ante tu inocente mirada.

No quisiera que terminara el día,
porque la eficacia de este poder se da solo con la luz,
ya que las tinieblas generan un efecto inverso.

Empieza a anochecer
y presientes que algo no muy bueno se acerca.
No quiero que te asustes y te vayas,
pero tan solo me faltan las palabras precisas,
para poder expresarlas con mi boca,
y que mi mente no logra generarlas
para abolir la oscuridad del pensamiento.

Ya es tarde, y ver que mi mundo se congela
los frutos caen de sus árboles
y se despedazan en mil trozos.
Al respecto no puedo hacer nada,
y la impotencia se refleja en la torrencial lluvia
que inunda y pudre toda mi vegetación.

Pensaste que te tuve en ese lugar
solo para aparentar algo que no era cierto
para abandonarte en medio del mi caos interior.
Huyes por una senda sin final
y me gritas que con el calor en que te cobijé
estuvo diezmado por la frialdad de mi alma.

Me es imposible contradecir tu palabra
Si el paraíso que te albergó está ya oscuro.
Frío, y clausurado

H i r o